jueves, 28 de mayo de 2015

disciplina llena de amor

Cuántas veces hemos vivido tragedia tras tragedia y pensamos “¿Por qué todo me pasa a mí?” “¿Por qué Dios me castiga de esa manera?” Incluso nos dicen (y a veces escuchamos) que nos debemos de hacer una “limpia” porque seguramente “alguien” nos hizo ojo y por eso todo lo malo nos está pasando.

Hace un par de semanas vivimos un segundo choque en menos de 10 días después de haber adquirido una nueva camioneta. Fue frustrante, el primer choque aún sigue en verificación para ver si será cubierto por la aseguradora y del segundo tenemos que pagar un deducible que no estaba contemplado en nuestras, ya de por sí, amoladas finanzas.

Adicional a esto, nuestra pequeña de tan solo 10 meses cayó en cama en 2 ocasiones diferentes y por si esto no fuera preocupante, un tornado azotó la ciudad donde crecí y donde aún viven mis padres provocándome una gran angustia. Y para cerrar con broche de oro, la lista de deudas se sigue sumando y simplemente no encontramos la puerta.

Quizá para ti no es la gran cosa, para mí ha sido abrumador, estresante, frustrante, molesto... y todo los sentimientos que vengan a tu cabeza tras vivir tiempos como éstos. Seguramente ya sabes de lo que hablo.

Pero mientras todo esto pasaba, hubo un momento en el que simplemente tuve que hacer un alto y reflexionar (¡y recomenzar!)… ya escribí sobre esto pero lo menciono porque he aprendido, entre tantas cosas, que no se trata de que alguien nos hizo ojo, más bien, yo diría que Alguien nos echó el ojo y quiere llamar nuestra atención.
Esta semana leí tres pasajes en diferentes tiempos, diferentes días, diferentes momentos y simplemente capturaron mi atención:

“¿Acaso olvidaron las palabras de aliento con que Dios les habló a ustedes como a hijos? Él dijo:
«Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor
y no te des por vencido cuando te corrija.
Pues el Señor disciplina a los que ama
y castiga a todo el que recibe como hijo».
Al soportar esta disciplina divina, recuerden que Dios los trata como a sus propios hijos. ¿Acaso alguien oyó hablar de un hijo que nunca fue disciplinado por su padre? Si Dios no los disciplina a ustedes como lo hace con todos sus hijos, quiere decir que ustedes no son verdaderamente sus hijos, sino ilegítimos.”
Hebreos 12:5-8

 “Bienaventurado el hombre a quien tú, JAH, corriges, Y en tu ley lo instruyes, Para hacerle descansar en los días de aflicción…”

“Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.”

¡Wow! Entonces no es mala suerte, no es un castigo, ¡es disciplina! Disciplina llena de amor. Ese Alguien que nos echó el ojo me quiere disciplinar (no castigar) ¡porque me ama! porque soy importante para Él, porque no quiere que me equivoque más, porque no quiere que siga caminando sin Él, sin su perfecta dirección.

Parecerá absurdo, pero tras vivir todo esto, solo puedo pensar: Alguien me ama y quiere enderezar mi camino así que no me queda más que dar gracias por todas las “malas” cosas que he vivido. Porque a través de todo esto estoy aprendiendo, estoy creciendo, estoy conociendo a mi Papá.

Así que la próxima vez que te pase “una tras otra” detente un momento y piensa: ¿Qué me quiere enseñar Papá esta vez?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario